Cada año, durante el Día de Muertos, las calles y hogares de México se llenan del vibrante color del cempasúchil, también conocido como “flor de muerto”. Esta flor de color amarillo o anaranjado es mucho más que un elemento decorativo: tiene un simbolismo profundo y un papel crucial en esta tradición que honra a los difuntos.
Se cree que el fuerte aroma y el color brillante del cempasúchil ayudan a guiar a las almas desde el inframundo hasta el mundo de los vivos, conduciéndolas hacia sus altares familiares. Su tono amarillo representa el sol, elemento que antiguas culturas mesoamericanas asociaban con la vida después de la muerte y con la luz que guía a los espíritus. Además, el cempasúchil adorna los altares y crea caminos que facilitan el recorrido espiritual de las almas hacia su ofrenda.
Más allá de su papel como guía, el cempasúchil es una ofrenda cultural que expresa respeto y cariño hacia los seres queridos que ya partieron. Su uso es una forma de mantener viva la tradición y conectar a las generaciones actuales con sus ancestros, siendo un símbolo de memoria y continuidad entre la vida y la muerte.